Prometo no alejarme mucho, suelto la mano de mamá, y sin perder de vista mis pies recorro el pasillo tratando de no pisar la raya de las baldosas brillantes. Cuando levanto la vista estoy en una sala enorme y la luz del balcón da de lleno sobre un cuadro grande y colorido que es como una casita con sus dos puertas y un jardín dentro. Para entrar en ella y ver qué tiene hay que quitarse los zapatos y caminar despacito sobre el césped.
Primero viene el mundo como una tela que quiere ser una esf...
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