Deletrea que algo queda: Pumares y el Fibergran

Deletrear o no deletrear, esa es la cuestión.
Hay un momento estelar en la historia de la radio en España protagonizado por Carlos Pumares y una señora gallega interesada en conocer el nombre exacto de un producto adelgazante. El programa se llamaba “Polvo de Estrellas”, lo emitía Onda Cero, y acumula ya más de 170.000 reproducciones en Youtube.

El documento sonoro no tiene desperdicio y más allá de la risa que provoca resulta sustancioso tanto a nivel humano como filológico. Entre lo más divertido se encuentran el momento “la f con la i”, la parte de “filiber” y desde luego la sentencia del marido “Esas son letras extranjeras“. La guinda del pastel es el desilusionado final de “¿Solamente es eso?” (tanto esfuerzo para que al final todo sea un vulgar “Fibergran” de pacotilla y no la fórmula de la Coca Cola o el secreto de la eterna juventud).
Cuando el marido de la oyente dice que “esas son letras extranjeras” en realidad se refiere a que en gallego la sílaba “fi” no suele ir seguida de “ber” sino de “li”. Es mucho más común en gallego decir u oir “filiño” que decir u oir “fiber” (de hecho, “fiber” tampoco es castellano, sino inglés), de ahí que tanto la señora como su marido crean haber oído “fili” en lugar de “fi” porque en la comprensión oral juega un papel importante la expectativa o la predicción, como los profesores que preparan para los ejercicios de listening comprehension acostumbran a recordar a sus alumnos.
Y cuando Pumares señala irritado “las letras son universales” se refiere a que las letras de la palabra deletreada pertenecen al castellano (que no es especialmente universal), pero uno siente la tentación de recordarle lo poco universal de los alfabetos que se usan en Europa (la ß alemana, la ς que no existe en español o la z y la eñe que no existen en otros idiomas, por no entrar en el alfabeto griego).

Fibergran
Lo más gracioso del asunto es el tiempo que se habría podido haber ahorrado deletreando desde el principio o incluso dando por suficientes las aproximaciones de la oyente, ya que es más que probable que el vendedor del herbolario o la farmacia reconozca “Fibergran” en el “Filigran” de la señora, ya que tras todo dependiente de establecimiento con productos de nombres “raros” hay un experto en traducción e interpretación.
Más allá de la gracia del extracto, me parece que este fragmento ilustra lo útil que es dominar el “spelling” de un idioma. Haciendo un paralelismo se podría inferir también que un cierto conocimiento de los signos fonéticos facilita enormemente el progreso de la pronunciación de idiomas no fonéticos como el inglés. Conocer el código de representación de algo ahorra tiempo y evita malentendidos.
Otra conclusión importante que se puede extraer es hasta qué punto el origen lingüístico del hablante/oyente determina su percepción de cualquier idioma: la oyente pertenece a una zona de Galicia en la que los sonidos “g” y “j” se confunden, de ahí el pequeño lío que se monta con la parte de “gran”, “jal” y demás.

En lo que respecta a Carlos Pumares, personaje controvertido de la radio española por sus característicos malos modos y su prepotencia, sorprende la paciencia que demuestra en algunos momentos, pese a su “escriba ‘fi’ y cállese”.

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