Escritores

-¿Eres escritora?

La voz venía de alguien que estaba a un metro de mí y de cuya presencia no me había percatado, inmersa como estaba en analizar rápidamente varios libros de escritura creativa en inglés antes de decidir cuál o cuáles me llevaba.

Giré la cabeza y vi a un hombre de unos treinta y muchos mal llevados, o cuarenta y pocos llevados normalmente, con gafitas, complexión delgada y mirada fija, fija en mí, la escritora, o mejor dicho, “the writer”, porque estábamos en Nueva York, y “writer” tiene un sentido más amplio en inglés, que incluye por ejemplo a cierto tipo de periodistas. Así que se me preguntaba así, sin anestesia, preámbulo, diván ni micrófono si soy escritora; la pregunta del millón.

Podía haber reaccionado como en el cine clásico inglés con un “disculpe, creo que no hemos sido presentados” o haber soltado el speech filosófico que utilizo a veces y que explica que la gente se define por lo que hace y no por el sustantivo que decide aplicarse, y que entonces, lo relevante es que si escribo y no tanto si soy escritora o no.

Pero el sentido común estuvo esta vez de mi parte (o simplemente quería volver pronto a mi mano a mano con los libros) y me limité a contestar que sí, que era escritora.

Nada grave ni nada espectacular ocurrió al hacer semejante pronunciamiento, ni en el entorno ni en mí misma. Ni me creció la nariz ni sonaron campanas celestiales.

Por su parte, el tipo se limitó a sonreir nerviosamente y me preguntó que qué libro le recomendaba para aprender a escribir.

Acabáramos, pensé, así que era eso. No es que mi talante literario me envuelva como el aroma denso de un perfume, reconocible para los olfatos atentos, incluso en Nueva York, tan lejos de mi contexto natural. Era sólo que en lugar de preguntar a un empleado de la librería se ha acercado a mí porque me ha visto en esta sección.

Debería haber dicho eso tan socorrido de “buena pregunta” para ir ganando tiempo mientras, y respirar hondo y evitar que la responsabilidad me abrumase, dios mío cuántos libros gritando calladamente “cómprame”, “léeme”, “llévame a casa” (como en aquel anuncio de Rodolfo Langostino… cuánta digresión, volvamos al tema), cuánto esfuerzo de los autores para profundizar en algo complejo y transmitirlo lo más claramente posible, cuánta variedad de enfoques, además. Y cuánto libro que es un timo, por otra parte, pero estos se detectan a la legua.

En lugar de recurrir al “buena pregunta”, me limité a escanear con nuevos ojos la estantería que llevaba analizando un rato, centrándome esta vez en lo conocido (hasta entonces me había focalizado en lo desconocido) y después en lo conocido recomendable.

 

-Te recomiendo este -le dije, mientras le alargaba “Bird by bird” de Anne Lamott-, te transmite todo el entusiasmo que necesitas para ponerte en marcha.

 

Pese a su aspecto apagado, el tipo no parecía ser consciente de necesitar entusiasmo alguno, porque me dijo: Yo más bien necesito técnica, estoy empezando, no sé nada de escritura. ¿No hay un libro clásico de escritura creativa? ¿Un libro que todo el mundo lea?

Sus palabras me hicieron intuir vagamente su confusión mental y lo muy desencaminado que iba en su búsqueda, pero decidí ir a lo práctico y dejar a un lado mi vocación de profesora de trinchera, según la cual debía decirle al interfecto que dedicara un año a leer a los clásicos y un año a llevar un diario y a partir de ahí se plantease comprar libros de escritura creativa.

-Que yo sepa -le dije- no hay un libro que sea la “biblia” de la escritura creativa, pero si estás empezando y quieres técnica a un nivel inicial, yo te recomendaría “Writing Fiction for Dummies“.

Este volumen no lo conocía a fondo, pero otros títulos sobre materias que no controlo como WordPress o Mind Body Fitness son francamente recomendables; son libros muy útiles para materias que no dominas y a las que no quieres dedicar demasiado esfuerzo; como era el caso de este chico, según me pareció.

El tipo dio un respingo interno (era de ese tipo de persona; supongo que cuando uno carece de entusiasmo la energía no permite respingos externos) y me dijo que por principio no le gustaban esos libros.

Fair enough, pensé para mí. A eso se arriesgaba él al pedir un libro básico para principiantes a una desconocida y a eso te arriesgabas tú al sugerírselo. No pasa nada, me digo, el tipo no se ha ofendido demasiado (aparentemente), así que actúo un poco como si lo de los Dummies hubiera sido una broma y vuelvo a posar los ojos en la estantería.

 

-Entonces, veamos. Entre las cosas más importantes de la narrativa se encuentra construir tu propia voz -le digo mientras le alargo un libro-, así como el trabajo con el argumento y la construcción de personajes -le acerco otro.

 

A los autores concretos de estos dos libros no los conozco, pero he estado ojeando el índice y el enfoque es bueno. Las editoriales son solventes y los currículos de los autores los presentan como exitosos y conocidos en el ámbito norteamericano.

Al tipo se le ilumina la cara y se pone a ojearlos.

Yo vuelvo a lo mío y a los pocos minutos me dice que se ha decidido por el de construir la propia voz y que gracias. Le digo que de nada mientras pienso que en el fondo me está dando la razón: no es tanto que necesite técnica (ya la necesitará), sino que precisa lecturas de buenas novelas y sobre todo mucha escritura (el diario del que hablaba). En cierta forma me alegra su elección, porque si el libro es bueno le hará plantearse qué cosas le importan, por qué le importan y desde dónde las quiere contar. El resto vendrá después, si es que persiste en su afición y su empeño.
Salgo del Barnes&Noble de seis plantas de Union Square con una anécdota curiosa, un cierto estado de ánimo y unos cuantos libros, pero eso ya es otra historia.

 

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