El “okupa” de la formación de adultos

A partir de cierta edad, cada vez que te apuntas a un nuevo curso o inicias un nuevo aprendizaje, tus clases incluyen un “okupa”. En lugar de aprender ese algo nuevo que tanto te interesa, sea Pilates, diseño gráfico o repostería, lo que percibes con total claridad es el tamaño y la forma de los obstáculos que te impiden aprenderlo. Y lo curioso es que esos obstáculos tienen exactamente tu tamaño y tu forma, porque el principal escollo que se interpone entre tú y eso que tienes tantas ganas de aprender eres tú mismo.

macarron

Lo he comprobado en un curso de diseño gráfico que he realizado hace poco y lo vengo comprobando en mis estudios y autoestudios de inglés desde hace años. En un mundo regido por la formación continuada, cumplidos los treinta, por poco introspectivo que seas, llegas a tener una idea muy clara de lo que se te da bien y una noción más o menos difusa de lo que no se te da bien y por qué. Así que de repente cuando te decides y buscas un hueco para hacer un curso tras el trabajo, el proceso de aprender a ratos sueltos cosas complicadas y con una edad menos receptiva a la novedad te vuelve más consciente de todo lo que se te da mal, o dicho con mayor precisión, de los “escudos” que le pone tu personalidad o tus hábitos al aprendizaje de cosas menos afines a tu proceso mental o más alejadas de tus habilidades.

 

Interior de una clase

 

Si lo anterior te resulta familiar o verosímil, la pregunta que te estarás haciendo será, ¿tiene solución? Y si la tiene, ¿en qué consiste?

Claro que tiene solución, pero ésta variará en función de los “blindajes” o tipos de escudos “antinuevoconocimiento” de cada uno. Puede haber gente cuyo problema sea que analiza demasiado y esto se interponga a la hora de aprender cosas que precisan cierta intuición o cierto enfoque holístico. Otras personas tendrán poca capacidad de análisis y les resultará muy difícil acometer tareas o aproximaciones por pasos. Algunos serán muy teóricos o conceptuales mientras que otros tendrán facilidad para aprender haciendo las cosas con las manos y con el cuerpo y les resultará difícil entender materias abstractas. Las personas visuales seguramente tendrán dificultades para procesar información oral, la gente muy verbal encontrará difícil entender y asimilar cosas que no puede describir con palabras.

Además de lo anterior hay otro factor fundamental que podríamos llamar “percepción ilusoria de obstáculos” y que consiste en que a veces personas a quienes no se le dan especialmente mal algunas cosas (por ejemplo el dibujo o la música) llevan toda su vida arrastrando la etiqueta de ser un negado en ellas, por un error puntual cometido hace años o porque alguien les asignó ese rol en su familia o en el colegio. Y desde luego lo que no ayuda nada es la ansiedad, la necesidad de entenderlo todo a la primera, ni tampoco la baja tolerancia a la frustración (la necesidad de acertar siempre).

En mi caso, como les sucede a muchos editores y traductores, tengo tendencia a quedarme en un plano conceptual, verbal y lógico y a veces me cuesta la parte de retener y poner en práctica y en el orden correcto acciones secuenciales (sí, como esas tan típicas de Photoshop o de Illustrator: seleccionar un punto para poner un botón de ancla, modificarlo; seleccionar un lado de un poliedro, hacerlo rotar, deseleccionarlo etc), así que en mi curso de diseño gráfico tenía que centrarme en practicar y aprender por ensayo-error y controlar mis ganas de explicar para qué servía cada cosa o preguntar en qué consistía cada comando o herramienta. Desde luego, tener una comprensión clara de la función de cada herramienta o de las diferencias entre una imagen vectorial y una tipo “bitmap” (conocimientos conceptuales ambos) me daba una ventaja respecto a alguien que no contara con esa comprensión, pero de poco me servía si luego no era capaz de seleccionar el objeto, la capa o el punto que quería manipular o tardaba minutos en recordar si para esto se usaba la varita mágica o el lazo magnético.

Psicólogos y pedagogos suelen hablar del “efecto Einstellung” (o instalación de un bloqueo), que consiste en que una idea que ya tienes en tu mente te impide encontrar una idea mejor. Parece que a partir de cierta edad fuéramos por la vida subidos en nuestros “efectos Einstellung” y nos fuésemos tropezando con todo lo que pillamos por delante.

Lo que a mí me ayudó y puede ayudarte también a ti es respirar hondo, tomártelo con calma y buen humor y estar dispuesto a practicar y equivocarte unas cuantas veces sin que esto te afecte. Intentar que el plus de autoconocimiento que te da la edad juegue a tu favor y no en tu contra y usar la imaginación para encontrar formas alternativas para hacer lo mismo o para pensar proyectos apetecibles que te obliguen a poner en práctica lo que has aprendido, porque al final las cosas se aprenden básicamente a base de hacerlas una y otra vez y lo único imprescindible para mejorar es tener paciencia y estar motivado.

Da un par de pasos hacia atrás para ganar un poco de perspectiva y mira lo que tienes delante con un poco más de calma. Seguro que lo haces mucho mejor. Y pronto serás un experto en Pilates, diseño gráfico o repostería (o puede que no, pero sabrás que no es el fin del mundo).