Recientemente he tenido la oportunidad de revisitar “Cyrano de Bergerac”, una obra que me encanta. Esta vez ha sido a través de la versión teatral en francés de Georges Lavaudant dentro del Festival de Otoño a Primavera de Madrid con dramaturgia de Daniel Loayza.
Aunque ya había visto varias veces la película de Rappeneau protagonizada por Depardieu, tanto en la versión original francesa como doblada al español, no había asistido a ningún montaje teatral ni tampoco a la ópera.
La puesta en escena en sí no me gustó especialmente, la mayor parte de los actores gritaban en lugar de proyectar la voz y había una cierta necesidad de volver aquello contemporáneo mediante la ropa, interacción con el público y efectos visuales que en mi opinión chirriaba. Pese a sus desaciertos el montaje entregaba vivas las líneas de Rostand y dejaba en el espectador las ganas de leer (o releer) el texto y saborear despacio algunas escenas.
Y eso es lo que he hecho.
“Cyrano” tiene varios elementos muy interesantes a nivel literario. Hoy me voy a centrar en el primero de ellos. Con esta obra de finales del XIX Rostand es pionero de algo que trabajaría posteriormente in extenso Raymond Queneau) a mediados del XX en su conocido libro de “Ejercicios de estilo”.
Básicamente la idea consiste en tomar un elemento mínimo (una anécdota o historia muy sencilla), aplicarle pequeñas variaciones estilísticas y construir una serie con esas variaciones, de manera que el resultado es un fragmento con un cierto carácter musical y lúdico que funciona por contraste y acumulación. Además, en el proceso de realizar esos “ejercicios” (cosa que aconsejo a todo persona interesada en mejorar su escritura) lo que se constata de manera muy clara es la vinculación y los límites entre el contenido y la forma así como los límites de tu propia capacidad expresiva y de tu imaginación.
La cuestión es que Rostand ya dominaba en 1897 el pequeño juego literario de las variaciones estilísticas, en su caso en torno a la mofa que hace Cyrano sobre su propia nariz en hasta veinte claves distintas.
Estamos en la Escena IV del Acto I y el parco y poco talentoso vizconde de Valvert sólo ha conseguido soltar un paupérrimo: “ (…) tenéis… tenéis… una nariz…. ¡Una nariz muy grande!” a lo que nuestro Cyrano replica lo siguiente:
Sois poco inteligente, jovenzuelo. Pueden decirse muchas más cosas sobre mi nariz variando el tono. Por ejemplo, agresivo: «Si tuviese una nariz semejante, caballero, me la cortaría al momento»; amigable; «¿Cómo bebéis; metiendo la nariz en la taza o con la ayuda de un embudo?»; descriptivo; « ¡Es una roca… un pico… un cabo…! ¿Qué digo un cabo?… ¡es toda una península!»; curioso; «¿De qué os sirve esa nariz?, ¿de escritorio o guardáis en ella las tijeras?»; gracioso; «¿Tanto amáis a los pájaros que os preocupáis de ponerles esa alcándara para que se posen?»; truculento; «Cuando fumáis y el humo del tabaco sale por esa chimenea… ¿no gritan los vecinos; ¡fuego!, ¡fuego!?»; prevenido; «Tened mucho cuidado, porque ese peso os hará dar de narices contra el suelo», tierno; «Por favor, colocaros una sombrilla para que el sol no la marchite»; pedante; «Sólo un animal, al que Aristóteles llama hipocampelefantocamelos, tuvo debajo de la frente tanta carne y tanto hueso»; galante: «¿Qué hay, amigo? Ese garfio… ¿está de moda? Debe ser muy cómodo para colgar el sombrero»; enfático: «¡Oh, magistral nariz!, ¡ningún viento logrará resfriarte!»; dramático; « ¡Es el mar Rojo cuando sangra!»;admirativo; « ¡Qué maravilla para un perfumista!»; lírico; «Vuestra nariz… ¿es una concha? ¿Sois vos un tritón?»; sencillo; «¿Cuándo se puede visitar ese monumento?»; respetuoso;«Permitidme, caballero, que os felicite; ¡eso es lo que se llama tener una personalidad!»; campestre; ¿Que es eso una nariz?… ¿Cree usted que soy tan tonto?… ¡Es un nabo gigante o un pequeño melón!»; militar: «Apuntad con ese cañón a la caballería!»; práctico: «Si os admitiesen en la lotería, sería el premio gordo». Y para terminar, parodiando los lamentos de Píramo: «¡Infeliz nariz, que destrozas la armonía del rostro de tu dueño!» Todo esto, poco más, es lo que hubierais dicho si tuvieseis ingenio o algunas letras. Pero de aquél no tenéis ni un átomo y de únicamente las cinco que forman la palabra «tonto». Además, si poseyeseis la imaginación necesaria para dedicarme, ante estas nobles galerías, todos esos piropos, no hubieseis articulado ni la cuarta parte de uno solo, porque, como yo sé piropearme mejor que nadie, no os lo hubiese permitido.
Simplemente brillante. No solo ha construido un pasaje fantástico, vibrante, lleno de imágenes muy sugerentes sino que ha vencido a su contrincante haciendo mofa de su propia nariz descomunal con mucha más gracia e ingenio del que hubiera podido aplicar Valmont.
El texto original francés dice lo siguiente:
CYRANO:
Ah ! non ! c’est un peu court, jeune homme !
On pouvait dire. . .Oh ! Dieu !. . .bien des choses en somme. . .
En variant le ton,—par exemple, tenez:
Agressif: “Moi, monsieur, si j’avais un tel nez
Il faudrait sur-le-champ que je me l’amputasse !”
Amical: “Mais il doit tremper dans votre tasse !
Pour boire, faites-vous fabriquer un hanap !”
Descriptif: “C’est un roc !. . .c’est un pic !. . .c’est un cap !
Que dis-je, c’est un cap ?. . .C’est une péninsule !”
Curieux: “De quoi sert cette oblongue capsule ?
D’écritoire, monsieur, ou de boîte à ciseaux ?”
Gracieux: “Aimez-vous à ce point les oiseaux
Que paternellement vous vous préoccupâtes
De tendre ce perchoir à leur petites pattes ?”
Truculent: “Ça, monsieur, lorsque vous pétunez,
La vapeur du tabac vous sort-elle du nez
Sans qu’un voisin ne crie au feu de cheminée ?”
Prévenant: “Gardez-vous, votre tête entraînée
Par ce poids, de tomber en avant sur le sol !”
Tendre: “Faites-lui faire un petit parasol
De peur que sa couleur au soleil ne se fane !”
Pédant: “L’animal seul, monsieur, qu’Aristophane
Appelle Hippocampelephantocamélos
Dut avoir sous le front tant de chair sur tant d’os !”
Cavalier: ‘Quoi, l’ami, ce croc est à la mode ?
Pour pendre son chapeau, c’est vraiment très commode !’
Emphatique: “Aucun vent ne peut, nez magistral,
T’enrhumer tout entier, excepté le mistral !”
Dramatique: “C’est la Mer Rouge quand il saigne !”
Admiratif: “Pour un parfumeur, quelle enseigne !”
Lyrique: “Est-ce une conque, êtes-vous un triton ?”
Naïf: “Ce monument, quand le visite-t-on ?”
Respectueux: “Souffrez, monsieur, qu’on vous salue,
C’est là ce qui s’appelle avoir pignon sur rue !”
Campagnard: “Hé, ardé ! C’est-y un nez ? Nanain !
C’est queuqu’navet géant ou ben queuqu’melon nain !”
Militaire: “Pointez contre cavalerie !”
Pratique: “Voulez-vous le mettre en loterie ?
Assurément, monsieur, ce sera le gros lot !”
Enfin, parodiant Pyrame en un sanglot:
“Le voilà donc ce nez qui des traits de son maître
A détruit l’harmonie ! Il en rougit, le traître !”
—Voilà ce qu’à peu près, mon cher, vous m’auriez dit
Si vous aviez un peu de lettres et d’esprit:
Mais d’esprit, ô le plus lamentable des êtres,
Vous n’en eûtes jamais un atome, et de lettres
Vous n’avez que les trois qui forment le mot: sot !
Eussiez-vous eu, d’ailleurs, l’invention qu’il faut
Pour pouvoir là, devant ces nobles galeries,
Me servir toutes ces folles plaisanteries,
Que vous n’en eussiez pas articulé le quart
De la moitié du commencement d’une, car
Je me les sers moi-même, avec assez de verve,
Mais je ne permets pas qu’un autre me les serve.