El bloguero o la bloguera van a todas partes con un cuaderno real o imaginario y va tomando notas de las cosas más tontas. También suelen llevar una cámara, o un teléfono con cámara. Intentan estar al día de lo que se publica en la prensa y en otros blogs y sites. El resto de la humanidad cena y ve la tele, él/ella no, él/ella cena, ve la tele y piensa qué parte de lo que está viendo dará para un post con miga o al menos divertido.
La gente tiene amigos y vecinos, el blogger tiene personajes o lectores. El blogger está muy interesado en ver cómo otros bloggers enfocan las cosas de las que él habla.
El blogger habitualmente es alguien pelín compulsivo en general y con la comunicación y las tecnologías en particular (incluso aunque su dominio de la informática sea muy limitado, se apañará para aprender lo que necesita). Es de los que saca fotos compulsivamente, o escribe emails igual o se tira horas al teléfono o es adicto a los SMS. Cuando se le ocurre algo no puede esperar, lo tiene que escribir, lo tiene que contar, lo tiene que plasmar en una foto. No cree mucho en el mañana, sino en el ahora mismo. Es impaciente y curioso por naturaleza. Tiene sus propias ideas sobre qué es un buen título, qué es un texto divertido y qué es tener algo que contar, ideas que con frecuencia sólo comparte el cuello de su camisa. El blogger habitualmente ha estado enganchado a un blog como lector y tiene su vena de voyeur y su vena exhibicionista.
Por más que sus intereses puedan ser misceláneos, el autor de una bitácora suele tener un estilo definido que le produce una cierta comodidad pero a la vez le encierra, le encorseta. Dice que no le importan las visitas, pero como tenga acceso a un contador lo mira con frecuencia y por supuesto saca sus conclusiones sobre qué cosas son más leídas y cuáles menos. Aborrece el spam con toda su alma, por dos motivos, porque le invade su bandeja de entrada y porque le usurpa el sitio a un comentario de verdad, que es lo que él busca (“comentarios, mi tesoro”). En el resto de facetas de su vida puede ser más o menos perfeccionista, pero en lo que se refiere al blog ha aparcado este alto estándar de exigencia para sobrevivir: un artículo diario difícilmente va a ser estupendo.
Aunque no quiera, tiende a imaginarse cómo son sus lectores basándose en comentarios esporádicos y aunque no quiera, estos lectores de perfil imaginario y los amigos que sabe que le leen influyen en lo que escribe y en cómo lo escribe, en una reinterpretación muy peculiar del lector implícito.
El blogger puede haber sido alguien que siempre ha querido ser escritor o periodista, o que incluso lo ha sido. El blogger no sabe cómo ha podido vivir sin ADSL, wireless y tarifa plana tanto tiempo. Es la reencarnación del tipo del chiste de Claudia Schiffer: el tipo que cuando la modelo se le ofrece corre a contárselo a sus amigos en lugar de “rematar”. El blogger hace lo mismo: si le pasa algo muy bueno o muy malo, en lugar de disfrutarlo o buscar la manera de salir de ello se entretiene en imaginar cómo lo va a contar al día siguiente.
El tiempo transcurre de una forma muy peculiar para el blogger. No es sólo que tenga que postear compulsivamente, sino que la mañana en el trabajo se le hace eterna hasta que tiene un hueco para mirar si ha recibido algún comentario.
El blogger es un tertuliano nato, un hombre del Renacimiento o al menos se lo cree: le interesa la actualidad, la fotografía, el diseño, los viajes…. Moja en todas las salsas en su blog y en los ajenos. Y es curioso porque con frecuencia odia a los tertulianos de la tele que hablan sin saber de lo que hablan. Pero es que él sí sabe de lo que habla (¡su trabajo le cuesta estar al día!).