Analítica web, té y enigmas

El misterio se esconde en los sitios más inesperados. Eso lo saben todas las mentes curiosas y analíticas.

Siempre he querido ser detective y, a ser posible, detective “de letras”. Para alguien curioso como yo y a quien le atrae el razonamiento lógico, la vida está llena de cuestiones dignas de ser analizadas o investigadas. Y precisamente por eso me han interesado mucho las series como CSI y Mentes Criminales y mucho antes las novelas de Agatha Christie y “Los tres investigadores”.

 

De las series policíacas me gustaban especialmente los momentos en que el físico o el matemático sacaban su conocimiento a relucir para demostrar si tal o cual hipótesis sobre el crimen era cierta o no. El cálculo del espacio recorrido por el coche de la víctima permitía calcular la velocidad y posteriormente la intensidad del impacto… Echaba en falta que en las tramas de esas series se diera un papel parecido a profesionales con una formación no científica. Pero entonces llegó la experta en Lingüística de Mentes criminales Alex Blake y reivindicó un espacio para la Lengua, la Filología y la Sintaxis en el desarrollo de una investigación criminal, haciéndose un hueco junto a la Física, la Matemática y la Psicología criminal. Aunque el enciclopédico jovenzuelo Spencer Reid ya había hecho incursiones en asuntos de léxico y registro, el papel importante en Lingüística se le dio a esta señora.

Y es que la Lingüística puede ayudar en terrenos como el text mining, la evaluación de sentiment en redes sociales y cosas parecidas, pero según los guionistas de Mentes criminales también puede ser una pista definitiva para averiguar dónde se crió un asesino en serie (gracias a un modismo de una zona determinada) o incluso su relación con las mujeres (en función de los términos que usa al hablar de ellas).

La ambigüedad se cruza en el camino

El problema es que la Lingüística, la Traducción y cualquier disciplina cuya herramienta principal sean las palabras deben gestionar también cierto grado de subjetividad y de ambigüedad que tiene menor presencia en disciplinas que trabajan con datos numéricos.

Esta vocación investigadora mía se ha enriquecido a lo largo de los años con procedimientos y métodos del Periodismo generalista y de investigación y con métodos de la Literatura comparada y la Traducción. Además, en los últimos meses he incorporado a mi arsenal detectivesco herramientas y conceptos de Analítica web, Estadística y Gestión de datos, así que últimamente voy por la vida con la nariz “afilada”, preparada para detectar rápidamente cualquier atisbo de misterio, venga del mundo del texto o de los números.

Un Whatsapp con un enigma

Poco misterio esperaba yo aquella noche sentada en el sofá cuando sonó la alerta de WhatsApp. Una compañera del máster de Analítica web preguntaba en el grupo si alguien conocía algo llamado Tealium. Yo era la primera vez que lo oía o leía y como solemos hacer todos lo busqué en Google. Resultó ser un programa de análisis de marketing online (customer data platform; http://tealium.com/), con diversas funciones, entre ellas una de gestión de etiquetas o Tag Manager.

El nombre resultaba un poco raro para el mundo anglosajón porque tenía un toque innegablemente latino para un área (el de la analítica digital) que no suele recurrir a nombres latinos ya que estos se suelen asociar al ámbito de las Humanidades y no al de las ciencias. Jugué por unos segundos con el nombre en mi cabeza, dividí la palabra de varias maneras como si fuera un catador tratando de encontrar el aroma básico o el ingrediente oculto. Hice distintas particiones “Tea + lium”, “te + alium” e incluso relacioné la parte de “alium” con ajo en latín, asociación que me pareció muy apartada del tema.

No llegué a ninguna conclusión, salvo que era raro elegir un nombre tan poco sonoro, tan poco relacionable con la analítica web, en la que los nombres habituales son tipo Google Analytics o Adobe Report & Analytics, y que me parecía que en inglés no  funcionaba muy bien (léase no despertaba el tipo de asociaciones deseadas en la mente del usuario).

relacion del té con la analítica web
La estadística contemporánea le debe mucho al té con leche (Foto de chezbeate – vía pixabay)

Se ha escrito un misterio: analítica web y una taza de té

A los dos minutos, otra persona del mismo grupo de Whatsapp mencionó otro programa que tenía un nombre parecido. De hecho, mencionó este programa porque lo confundió con el otro. Este segundo programa se llamaba Tealeaf, y era de IBM, nada menos. Ahora ya no había “ajo” por ninguna parte y el nombre completo estaba en inglés y era fácilmente legible: hoja de té. La hipótesis del enigma del “tea” ganaba cuerpo. ¿Qué tenía que ver la palabra “tea” con la analítica digital? ¿Estábamos ante un caso tipo “tocino versus velocidad” o más bien ante un caso “atrápame ese misterio”?

Busqué en Google combinaciones diversas de “tea + marketing”; “tea + analytics”; “tea + digital”, sin resultado. Investigué si se trataba de algún tipo de sigla, pero tampoco encontré ninguna que tuviera relación con el tema.

Consulté a mi compinche de investigaciones de cabecera, un amigo de los misterios como yo y alguien que sabe mucho de analítica web, pero él tampoco sabía qué podía tener que ver el té con el software de marketing digital.

Leyendo las hojas de té

Días después, leí un correo de Amazon en el que me recomendaban un libro de Estadística y al ver los libros relacionados mediante “learning machine” llegué a un libro con una portada de ambiente victoriano y con el sugerente título “The Lady Testing Tea”. El libro tomaba su nombre de una anécdota real ocurrida en Cambridge que había sido fundacional para la Estadística contemporánea.

Elemental, querido Watson. Al parecer, la dama del título del libro había comentado casualmente en una reunión que el té con leche sabía distinto en función del orden en que se hubieran vertido la leche y el té, comentario que despertó la hilaridad de los hombres presentes, pero uno de ellos, Robert Fisher, supo sobreponerse a sus prejuicios y preparar un experimento para analizar si esta afirmación contenía alguna verdad.

Esta anécdota se suele considerar como un ejemplo temprano de los esfuerzos de la Estadística por dejar de basarse en prejuicios y tomar como base los datos. En este sentido, era razonable pensar que quienes bautizaron el software de San Diego y el producto de medición digital de IBM conocieran la historia y quisieran relacionar sus productos de medición web con la historia de la estadística mediante la inclusión de la palabra “tea” en el nombre. Pero esta vaga relación resultaba insuficiente, porque hasta donde yo podía entender, el funcionamiento de los dos programas, el experimento de la prueba nula (que es lo que plantea Fisher en la anécdota de la dama que prueba el té) no tiene una relación directa con el funcionamiento interno de los programas Tealium ni Tealeaf.

Ilustración de Sherlock Holmes, patrón de los analistas
Sherlock Holmes, patrón de los investigadores y los analistas

 

 

Así pues, decidí intentar una nueva línea de investigación, esta vez periodística. Tras buscar en internet introduciendo términos como “origin + Brand name” más los nombres correspondientes de las empresas de software y no conseguir nada útil, decidí dirigirme a la fuente. Escribí un tweet a Tealium y me contestó rápidamente la responsable de redes sociales diciendo que se ponía a investigar el origen. A las pocas horas, otra persona de “Tealium” me explicaba que “teal” se eligió porque a los fundadores de la empresa les gustan los nombres de empresas que incluyen un color y que como “teal” (verde azulado) estaba libre, lo eligieron y que la terminación “ium” la eligieron porque les parece que tiene una connotación de algo básico (como de elemento químico).

Así que nada que ver con el té, pero mucho que ver con el latín, aunque en este caso por su vinculación a la Química. Y es que ahí está el problema: la Etimología, la Filología, la Lingüística y la Traducción permiten rastrear el origen de vocablos y expresiones y establecer hipótesis muy certeras en muchas ocasiones, pero siempre hay un margen para la polisemia, la ambigüedad, la subjetividad del que habla o del que escucha y hasta para cierto nivel de “ruido”.

De momento, mis intentos de conocer el origen del nombre “Tealeaf” contactando a alguien de la empresa o al fundador mediante Twitter, LinkedIn y planteando la pregunta en Quora han sido infructuosos, pero si alguien tiene información sobre ello, me encantará conocerla.

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