Los seres humanos nos pasamos una gran parte de nuestro tiempo observando lo que nos rodea, detectando patrones y tratando de predecir comportamientos, tanto en el ámbito personal como en el profesional. A la hora de recoger información y procesarla a menudo confundimos lo relevante con lo casual, dejamos a un lado datos que son importantes o extrapolamos de manera incorrecta. La siguiente situación real me parece una buena forma de ilustrar cómo se produce la recogida de datos y la interpretación en nuestra vida cotidiana.
Estoy en la puerta de una academia a la que llevo acudiendo unos meses, en el descanso de las seis. Una mujer pasa con un Mini que tiene un raspón muy visible en un lateral y lo aparca en la acera a escasos metros de un taller de chapa y pintura. Se baja del coche dejando los intermitentes puestos. El coche bloquea completamente la acera estrecha y además hay una señal de prohibido aparcar.
El raspón y el lugar donde ha aparcado me hacen pensar que la conductora viene a dejar el coche en el taller de unos metros más adelante como he visto hacer en casos parecidos en días anteriores. Sin embargo, la mujer alta y rubia con pinta de extranjera que veo bajar con prisa del coche camina en sentido contrario y se mete en un portal.
Unos minutos después, la mujer sale del portal con tres niños rubios como ella.
Suben al coche y se van.
Antes de volver a mi clase de diseño gráfico dedico unos minutos a procesar lo que he visto y lo que he pensado.
Y me digo que todo es cuestión de contexto. Una vez que la pequeña historia ha terminado y que conozco someramente a los personajes y sus circunstancias, descubro que el contexto relevante era el dato de que la conductora tenía hijos y que estos estaban en ese portal, es decir, poder establecer que lo relevante para que la señora aparque ahí es la cercanía del portal y no la cercanía del taller.
El raspón del coche en esta situación no era un signo relevante, aunque a menudo haya visto coches con desperfectos parecidos aparcar en segunda fila o sobre la acera próxima al taller y después meterse en él (fenómeno frecuente pero no relevante).
El contexto y su relevancia se van moldeando según obtenemos más datos y datos más precisos y somos capaces de desechar como ruido aquellos que no aportan información (en este caso, la cercanía del taller). La dificultad o la paradoja es que para determinar qué es ruido debes tener contar ya con una interpretación y que el propio ruido te hace más difícil alcanzar una interpretación ajustada.
Cuando se acerca el «desenlace» hay que hacer una lectura retrospectiva de las «pruebas» y obtener una interpretación que cuadre mejor, como en las buenas novelas o en la investigación científica.
Es como si la clave de sol no apareciese hasta que nos hubiéramos expuesto a un fragmento suficiente de la pieza musical y eso nos obligase a volver a interpretar toda la partitura a la luz de esa nueva información.
El análisis estadístico se parece mucho a esta escena, por la importancia de recoger los suficientes datos relevantes, ser capaces de apartar los no relevantes y tener un conocimiento suficiente del contexto.
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Un pensamiento en “Cartas a un joven analista: el contexto como clave”
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